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| Quinto Horacio Flaco |
Aunque su poesía más importante se encuentra en las Odas, donde pone de manifiesto su herencia de los líricos griegos como Anacreonte, Safo y Alceo, durante la última etapa de su vida escribió Epístolas, veinte cortas cartas personales en hexámetros dactílicos en las que expone sus observaciones sobre la sociedad, la literatura y la filosofía con su lógica de "punto medio", a favor de doctrinas como el epicureismo, pero siempre abogando por la moderación incluso en lo referente a la virtud.
La máxima sapere aude forma parte de la segunda de sus epístolas (v. 40). Se la dirige a su amigo Lolio, abogado de Roma, a quien exhorta a emprender el camino de la sabiduría. No se trata de una búsqueda del conocimiento al estilo kantiano, sino el logro de un equilibrio interno, del establecimiento de una vida sobre esos fines.
Muchos siglos después, Kant la presentará como el leitmotiv de la corriente filosófica de la Ilustración.Vayamos al contexto donde Horacio vertió tan maravillosamente esa idea en su 2ª epístola:
(vv. 40 - 43)
Dimidium facti qui coepit habet: saepere aude:
incipe. Qui recte vivendi prorogat horam,
rusticus expectat dum defluat amnis: at ille
labitur, et labetur in omne volubilis aevum.
"Quien bien empieza tiene hecho la mitad: aspira a ser sabio:
Empieza. Que el que pasa el tiempo viviendo plácidamente,
es como el rústico aldeano cuando, pensativo, se detiene al atravesar el río:
éste desde luego no detiene su curso ni lo detendrá nunca rodando sus aguas"
